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5/12/07

Procedimientos para liberar estrés.

La sociedad moderna es un continuo cúmulo de tonterías, obligaciones y oligarquías de ignominias. Por suerte, no todo está perdido. He aquí unas ideas ingeniosas para conseguir un rato de diversión, al margen de lo moral de la acción. Que el estrés es muy malo, provoca infartos y carga de empleo a médicos, lo dicen los medios, que son muy buenos y se preocupan por tu persona.

Operación remóvil.

Primero, coja el móvil del primer animal de bellota que pase por ahí y moleste al personal. Luego, corra hasta que aquel ser vivo no le vea. Si aún así, no se encuentra cerca de su casa, vaya en metro. Cuando esté, súbase a su automóvil. Sin olvidarse de otro paso, atar el teléfono a una cuerda -ésta debe ser atada, por el extremo opuesto al del pequeño dispositivo, en el gancho trasero del vehículo-. Por último disfrute de la aventura, dejando un reguero de circuitos electrónicos por el asfalto y unos céntimos, de los que se aprovechará la gasolinera. Pero su satisfacción será tan mayúscula que estos inconvenientes le parecerán zarandajas.

Toques de ironía, renueve los discursos políticos. Sea práctico.

Sólo apto para personas pudientes y con una dosis inconcebible de suerte. Mientras usted se está durmiendo en su patético sillón, no tan patético para el resto de los humanos, del congreso de diputados por la charla de Farsante 20, cinco seres antropomórficos harán lo que les dé la gana. En cuanto William E. Farsante toque un tema de su incumbencia, diga con ironía: “Cuarenta y dos alaridos para cinco esperpentos de la fila posterior a la mía, que no deben alterar el nervio del discurso. Que aprendan.”

Caras girarán y le mirarán con extrañeza. Usted estará en su regocijo, pero su propuesta será ignorada. Déjese la garganta pegando un estruendoso alarido. Reacciones raras por parte de los demás. Saldrá en la televisión con un titular que ignora la realidad como “Escandaloso cambia las tornas del Diputado”.

Cambie el peinado hortera de turno.

Operación de alto riesgo. Acérquese al parque más cercano a su casa. Probablemente verá a unos grupos de jóvenes conocidos como “canis”. Si la probabilidad le satisface, tendrá la oportunidad de sacar esas tijeras que no usa desde la era del colegio. Emplee el sigilo sin que ellos se enteren –posiblemente estarán nublados por los porros-. ¡Mechón cazado! Córtelo. Ahora tiene dos posibilidades: huida o paliza. Escoja la que le resulte más beneficiosa. No habrá aportado nada al mundo, pero habrá conseguido un poco de amor propio.

Haga filosofía en una conversación banal.

Está con varias personas, ellas hablan de temas que no le interesan. Alcance a oír algo y finja estar interesado para soltar algo de filosofía barata. Por ejemplo, si hablan de la televisión basura, diga “Nos incumbe en nuestra existencia como meros seres humanos el mensaje enviado por un programa, al margen de la apreciación subjetiva de su calidad, porque nuestro cerebro ha tomado el fondo del mensaje como interesante en una determinada época del tiempo. Subconscientemente, vemos el mensaje como parte de nosotros. Estamos educados para ello”. Las posibilidades de que le ignoren serán muy altas. Pero, ¿a qué no es ameno cambiar un poco la tónica de una charla barata?

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