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18/12/07

Intentar, salvar, fracasar y destruir

José Lánez era un director de marketing. No tenía ideas grotescas desde hace tiempo. Su sueldo pendía de un hilo. Para distraerse un poco, decidió ir con unos amigos suyos a un lugar de la corrupta Madrid del siglo XXI. Irredentos asistieron a una borrachera en el infinito agujero espacial. Dividamos el grupo y cojamos a José. Bebió dos botellas de cava. Se divirtió borracho. Salió. Regresó a su hogar. Se puso a idear un anuncio en plena borrachera. Lo terminó en menos de lo que apalea un jefe del GULAG a veintidós presos. Conceptos mezclados veréis a saco. He aquí el anuncio.

¡La más oscura y terrible verdad soviética!

Presupuestos dilapidados en cosas fútiles para el pueblo. Sí, a partir de ahora les anunciamos el libro más misterioso, el que contiene el bestiario de la verdad económica soviética. Duelos de gladiolos en enormes coliseos de 100.000 espectadores para dar circo duro al pueblo, edificios de 4 kilómetros cuadrados, con 750 metros de altura, para la nueva educación soviética, botellas de 18 litros de vodka a 1 rublo.

Como todo ser humano, Lánez pasó por la necesaria resaca. Cuando estuvo sobrio, guardó su anuncio en la carpeta de proyectos. No lo había revisado, por supuesto. Se abocaba hacia el éxito, caminaba al trabajo. Al director de todo vio él. Enseñó la propaganda ideada. Veredicto, anuncio roto y un director de marketing menos en el mundo laboral. Quince días más tarde, cuando Lánez ya no asomaba cabeza, el director se permitió el cinismo de unir todos los trozos que él rompió para lanzar una nueva propaganda en la vía pública.

El anuncio se extendía cual virus. Toda la ciudad se vistió de verdad, irónicamente mal asistida al evento. Para justificar esta campaña de publicidad, la empresa lanzó un libro de broma, en donde difícilmente podrías disfrutar de una lectura digna. No fue un fracaso, librerías vendían un no-libro. Al menos eso. A Lánez le pilló, en una triste circunstancia. Ahora trabajaba de pegador de carteles y tuvo que pegar precisamente ése. Deseó que se acabara el mundo, puesto que veía su idea a todo color.

En otra parte…
Núcleo de la Tierra: Hemos oído el deseo de un señor. Dice que quiere acabar con la Tierra. Hagámoslo pues.

El planeta estalló en mil pedazos, todo por consecuencia de una campaña publicitaria.

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