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9/12/07

Perspectivas alteradas

Según lo que queramos, podemos contemplar hechos de la vida real y administrar la importancia que les damos. Si queremos, podemos pensar que ese atentado terrorista que ha sucedido en la acera del Chipirón sólo era un petardazo inocente con un poco de sucio metal, del metal que insertan los judíos ésos. Eso es menospreciar un hecho. Sobrevalorar un hecho es comentar que la rana es un peligro para la sociedad porque se posó sobre el abrigo de la señora Tetis, ninfómana y empresaria de éxito que beneficia a mucha gente. Ahí les cuento un relato de cómo puedo ver la ciudad de otra manera, tras la paliza didáctica que he dado.

Caminamos por la calle, vemos al violador justiciero Meléndez, pasamos de él pensando en que levantará alegrías a féminas agraciadas. Giramos la cabeza. Un sujeto sucio desvela el contenido de su gabardina a ilusas mujerzuelas y machos cortos. Para sorpresa del espectador que espera algún tópico, no contiene ingredientes secretos sino un cartel que dice ¡Bu! Bromista es, violador debería ser. Le llamaremos energúmeno. ¡Gritamos! ¡La sociedad cambia de perspectiva y le lincha a palabras!

Nos rodeamos de gente, tal vez por el hecho desencadenado. ¡Agobiados estamos! Le aconsejaré el siguiente manual: ¿Cómo sentirse vacío entre multitudes? Imagine que está usted entre 402.298 personas. Piense: “¡Estoy solo, maravillosamente solo en este inmundo… a excepción de las miles de personas que conforman el lugar!”. Cree una ilusión mental, que la realidad material se encargará de rebatirla. No podrá correr a ningún sitio. Así es. Así estoy yo.

Presenciamos las cosas en directo, derriban un edificio. Matan a algunas personas sin previo aviso. Bah, crean espacio para quitarlo en poco tiempo. Minucias, disfrutaré de nuevo hogar. Sigo sin salir de la multitud. Un helicóptero baja. Trae una cría de velociraptor, procedente de tiempos en donde lo más novedoso era el bulto del diplodocus que se aquejaba de dolores. Muchos huyen espantados. Yo me quedo, viendo cómo un animal trata humanamente a otros animales, hasta que llega y me lame cariñosamente. Como resultado del amor a primera vista, pierdo un brazo. No lo comprendo, huyo desangrándome hasta que un policía le pega un tiro. Grito: ¡No!

Me consolan con una cara de circunstancias mientras llaman al médico. Oh, no. Volvió la lógica. Que se pudran, esa ambulancia me lleva al Infierno. Con las fuerzas perdiendo fuelle trato de armar escándalo. Muy débil, pero basta para que un tío de bata blanca me acalle. ¡Era el conductor! El coche se desvía. Al cielo iré, beneficioso será para todos. La farola se interpone, dejando a sus ocupantes más muertos que vivos. Y mi cama se cae. Me retuerzo de placer, con mucho sufrimiento. Una puerta se abre. Un tiro, proveniente de un inocente juego entre policías y bromistas, se abre camino y entra en la ambulancia. Se introduce en mi cabeza y amablemente pide que mis constantes vitales sean apagadas. Obedezco. Fenezco. Soy mejor, por lo tanto. Sin hacer nada estoy, pero más que feliz estoy. Optimismo, qué le vamos a hacer. Dejemos que las redes neuronales se desconecten. Adiós.

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