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31/10/07

Dormir a la mentira.


El gran conferenciante: La caída de un mito y su repentino regreso.

Este señor bajo, maloliente y viudo sin buena ventura es López. Lleva un buen tiempo sin actuar en conferencias sobre un tema, que se llama "Cualquiera cosa y sus beneficios". Como ya no habla con nadie, necesita de monólogos y con uno de ellos podremos relatar una historia cualquiera. Otra cosa es que para él los días pueden ser meses, ya que vive atrapado en la letanía del tiempo sin muchas cosas que hacer.

Suele acordarse de cualquiera cosa tras actuar de monologuista entre las cuatro paredes que conforman una de las deprimidas habitaciones de una casa que ya no debe réditos al banco. Sin embargo, lo que no sabe él en profundidad es que su cerebro alberga al único ser vivo capaz de trascender entre mundos radicalmente distintos en su composición, la Mentira.

No obstante, es consciente de que la alberga puesto que no deja de crecer cuando no cumple con sus compromisos. Su crecimiento, aparentemente inofensivo para el cuerpo, martiriza a su ser. Así se produce la eterna lucha entre humano y mentira, un ser que en el fondo es tan humano como el humano. Ésta es una de las 855 luchas que López mantuvo en vida contra la mentira.

Día cinco de septiembre de un año desconocido -perdí la cuenta del tiempo-.

Mi boca pastosa no ha dado argumento alguno en años. Sus dientes amarillean, debido al discontinuo uso de un artilugio que mi mente ya no recuerda muy bien, en forma de cepillo. Si me preguntas por Colgate, te diría que es una de las formas verbales de la palabra "colgar". ¿Y por Signal? Pues una simple palabra anglosajona.

Oh, al final estoy dando uso a mi boca después de tantos meses, en habladurías fútiles sobre mi aspecto bucal. ¿Qué mal me hace comentar hechos objetivos de mi ego, en una correcta tercera persona?

Ah, esa memoria... Veré mi agenda, nunca está de más desempolvarla. ¡Mierda! ¡Tenía que ir a una conferencia! Ah, ahora me explico esa pequeña visión que tenía en algún recoveco de mi mente. Consistía en una sala llena de luces y un tipo con traje negro, del cual no recuerdo su rostro, que me decía una cosa crucial. Acto seguido, la anoté. Puede ser eso. En fin, no hay que perder tiempo. ¡Que he de dormir a la mentira, está creciendo en mi cerebro!

Narrador: La mentira se fugó de la cabeza del señor López y va de compras

Mentira: ¡Ho, ho, ho! Ya soy libre, libreeeee. Ya no estoy bajo el yugo del sucio López. ¡Hi, hi! ¡Arre, ego! ¡A la frutería! Siempre quise probar la piña de clase Royal, la mejor y más cara. ¡Ay, mi tripa! Creo que me la han pinchado.

En lluviosas calles de la ciudad...

López: ¡Corriendo voy! ¡Se me van a calar los huesos! Menos mal que el salón de actos está cerca. Eso sí, ¿quién arregla mi pelo? ¡A la mierda, vamos! ¡Demuestra que cuatro horas preparándote en el aseo y el dormitorio no han resultado fútiles!

Narrador: El señor López entra al salón de actos.

López: Hola, ¿aún puedo subir al estrado?
Señor con traje negro: Pase, le esperábamos.

La Mentira desfallece

Mentira: Ay, ay... ¡Lástima de que nadie me oiga! ¡Ay! Siento una enorme punzada. Mejor me duermo y desaparezco temporalmente del mundo material.

Desconocido es el desenlace de López, pero sabemos que la Mentira duerme plácidamente en el mundo de las ideas, perteneciente al cerebro del protagonista. Sueña con un futuro mejor, en donde López palidecerá ante el compromiso.

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