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12/10/07

Columnas Ficticias: Ronin con amo de saldo

En las duras escenas de batalla que presencio en mi ciudad todos los días, sólo oigo berridos. Berridos que mal valen una misa, protagonizados en su mayoría por jóvenes ingenuos. El griterío no cesa, entre panfletos de anarquía y sonidos cavernícolas. «Estado malo... ugh... viva la libertad... por un mundo sin amos, ¡ua!». Así interpreta mi oído los gritos. En los balcones asoman inquilinos con cara de pocos amigos para contrarrestar aquellos gritos de monja descarriada. Los propietarios de los gritos contrarrestados responden con una toma del mobiliario público. Bancos, papeleras, árboles, parques, pelucas de ancianos, etc... son destrozados con la brutalidad más troglodita que uno se pueda imaginar.

Con razón viene la policía a contener la manifestación, que se ha convertido en el peor despropósito jamás imaginable. Es inevitable la violencia. No discuto que alguien que no tenga nada que ver con este lío salga herido, y no me parece bien este hecho. Sin embargo, es comprensible. ¿Qué vas a hacer en una manifestación de cuatro pringados que se salen de madre? Un poco de control. La acción disminuye. Menos energúmenos, más basura y destrozos. Al día siguiente, repuesto de toda esta vida callejera, no puedo evitar sorprenderme al leer repugnancias en páginas anarquistas, con ronins de todo a cien, que berrean ¡represión!, en un círculo intermitente de subjetividad. Por suerte, aceptan comentarios así que, como espectador de todas estas manifestaciones, no puedo plasmar en mis palabras sentimientos que se diferencien del de repulsa y risa.

El jactarse de algo que no eres es una de las peores cosas que se puede hacer. Y así lo hacen, exteriormente, en comunidades donde sólo te conocen superficialmente, se muestran orgullosos de odiar a los amos. Pero bien que se dejan engatusar por los que tienen ya, sus padres. Se aprovechan de esta circunstancia... ¿Cuánta independencia verdadera existe en sus corazones? Lo dudo. Y sé de lo que hablo, porque durante años he sido un ronin. Mis padres me abandonaron a los 17 años, cuando decidieron que ya no podían mantenerme. Hablo de tiempos más difíciles, cuando aún no existían la mayoría de los servicios sociales que disfrutamos hoy en día. De repente, me sentía desamparado y quería un amo que me cuidara. No obstante, no me quejaba de los amos ni decía ser independiente. Lo que quieren ellos es independencia externa y ronins de saldo por dentro.

Que os vayáis al infierno con vuestro conformismo y comodidad. Respeto a aquellos anarquistas que perdieron el culo para obtener mejores condiciones sociales. Pero vosotros sois mi risa diaria. Gracias por el entrenamiento de mis carcajadas. Pedís verdad y la negáis por dentro.

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