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8/10/07

Oh, oh, fallejos técnicos de naaaaada.

Sateen Dura-Luxe, pintura acrílica para paredes cuyos colores, según los anuncios de los años 60, sobrevivirían a la sonrisa de la Mona Lisa. Pomposos anuncios para un producto que nunca duró tanto ni fue de lujo. Arruinó carreras ficticias como la de Rabo Karabekian en Barbazul, al descubrir cómo un fallo técnico del Sateen había arruinado buena parte de su obra cuando sus cuadros ya colgaban de los mejores museos estadounidenses, al desprenderse la pintura de la tela. Se convirtió en el hazmerreír del mundo artístico. Estafas históricas. Como la que sufrió Leonardo Da Vinci al mezclar mal los óleos en una de sus obras, iniciadas en 1505, que consistía en unos frescos pintados sobre la batalla de Anghiari, en la que se conmemoraba la victoria de los florentinos sobre los milaneses. Incluso la técnica más arcaica puede traicionar a cualquiera.

Mucho menos histórico ha sido el fallo técnico que sufrí ayer cuando imprimía un trabajo, obligación perecedera para el bien del colegio. Tan perecedera como el Sateen Dura-Luxe. Mala impresora que me ha traicionado... ahooooraaa el asesino es... ¡Epson C70! Impresora ganadora de innobles comparativas de revistas que la ponían en un altar. Mala tinta, tinta de rastro. Pero era de marca oficial, demasiado grave es el diagnóstico. Oh, condenado fallejo. Condenado driver, me matáis a disgustos, como hacerme controlar las impresiones que tengo con vuestro trasto. Oh, fermosa dama, me cogéis de los dedos gracias a vuestra práctica en contra del sentido común, implantar un chip para que me compre cartuchos de tinta aún cuando no se ha vaciado toda la tinta. Me provocáis fallos.

Provocadores baratos. Queréis el máximo beneficio posible. Me obligáis a invertir en impresoras caras que funcionen como Dios manda. Nos sacáis dinero. Estafáis. Arruináis carreras y carteras enteras. Anunciáis milagros de las nuevas tecnologías. Al igual que los de Sateen Dura-Luxe, cuya pintura se hacía tóxica con el tiempo, cuando se exponía al aire. Tenéis garantía, pero nos hacéis pillar los dedos para que vuestras impresoras se vuelvan tontas al poco tiempo de acabar la garantía. Morid con lo que merecéis, sin consumidores que os den beneficios gracias a productos capados. No obstante, la competencia no tiene pinta de ser mejor.

Triste alternativa. Triste.
Triste estafa. Triste.
Tristes precios. Triste.
Triste todo. Triste.

Por vuestra brillantez, Epson, gracias por censurarme algunas líneas de mi trabajo escolar.

Por el Sateen Dura-Luxe, gracias por arruinar la carrera de Rabo Karabekian.

Por la Nefasta Mezcla de Óleos, gracias por colocar un bache en la carrera de Da Vinci.

Por todo. Porque no podemos confiar totalmente en lo tradicional ni lo moderno. Quien sabe si estas herramientas que tanto nos ayudan en nuestros quehaceres diarios, ya sean de índole profesional o artística, nos traicionarán. Gracias, si tienen un defecto gordo, dénse la vuelta y no vuelvan nunca más. ¿Vale?

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