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1/1/08

Leyendo la etiqueta del champú.

Cuando cagas, es ley de vida realizar alguna buena acción para quitar el aburrimiento que supone el ambiente del baño. Muchos de los mortales aquí presentes leemos algo. Ya sea un libro, una revista, un periódico, un panfleto, un folleto o lo que sea. Pero a veces no queda nada de esta sabiduría por leer, por lo que hemos de echar mano de los medios que tenemos en nuestro baño. Empezaremos por aquellas notas sueltas que se esconden en el baño y dan cobijo a las cucarachas. Hum, no existen. Qué pena. Ah, ¿qué es aquel envase que se trae texto? ¡Pero si es mi champú de los domingos! Bueno, leámoslo pues.

Veamos la portada y su contraportada, es una lectura corta. Quizás sea un microrrelato. Analicemos uno de ambos lados, arriba del todo está el autor: “L’Oréal París”. Vaya, un gabacho al mando de aquel relato. Pero qué más da, si es bueno me gustará. Más abajo, está el título y una breve sinopsis: “New Vive Pro”. ¿Y el argumento? Un complejo avanzado de nutrientes que se encarga de cuidar de manera experta la belleza de tu pelo. Ahora, empieza lo fuerte. Habla bien del Champú, protagonista de la historia, elogiándole con palabras tan bonitas como “intenso”. Descendiendo en nuestra lectura, nos encontramos con los enemigos a los que ha matado aquel ente, en un bonito tono verdoso. Literatura dinámica, desde luego.

Abajo del todo están los incómodos números que dicen “384 mililitros”. Quizás sea la extensión de territorio que ha abarcado nuestro incorpóreo protagonista. Otra vuelta de tuerca. Conozcamos a la contraportada. Hace un resumen del capítulo anterior para el lector trasnochado, un recurso interesante. Pero vayamos para abajo, salen dos imágenes y los pertinentes textos que las acompañan. Es un alegato a la violencia desmedida contra el pelo imperfecto, enemigo que amenaza con conquistar el imperio del Champú. Nos da propaganda de cómo derrotarlo. Si es liso y perfecto, será aliado del principal personaje de este desaguisado.

Debajo de aquel discurso nos repiten sus cualidades, añadiendo otras nuevas como “mejoraré el brillo de tu pelo”. Se ve que necesita de algo para enaltecer su ego. Mi cabeza baja. Leo lo que ha hecho él para derrotar a sus rivales, en un tono neutral que suena a metal de mala calidad. ¡Oh! De repente, me encuentro con una larga lista de sus subordinados en el imperio. Tienen nombres extraños como “Sodio Clorhídrico”, “Perfume”, “Methylparaben”, “DMDM HYDANTOIN”, etc... Nombres de los cuales un servidor no se entera de nada. Vaya, al lado hallo un ISBN. Literatura condensada en tan poco espacio, malgastado en códigos de barras necesarios para que el capital prevalezca.

Llegamos al final, donde hay una dirección para contactar con el autor. ¿Es que es robot o espera que su historia no sea tan buena? Le caerán lluvias de admiradores, de todas formas. ¿O no? ¡Pare, que hablamos de la historia! En resumen, aunque se aprovecha de los trucos publicitarios para embellecer el texto, no deja de ser una epopeya medieval en donde se alaba al poderoso, amigo de los pobres, y se resalta sus cualidades como prohombre de la sociedad. A aquellos sufridos que están estudiando la literatura medieval, que se paren. Las etiquetas del champú pueden ser literatura medieval también. Imaginad si una de ellas aparece con el cantar del Mío Cid. La indignación de expertos, que sólo ven el fondo cuando les interesa, aparecerá por doquier.

¡Lave su pelo soñando con epopeyas medievales en donde el cuerpo del champú quede clavado por flores de toda clase!

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