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7/1/08

Historillas de los estadounidenses, con toques de subjetividad

CDE se congratula en decirles que ha estado años fuera, en esas tierras grandes conocidas como Estados Unidos. Se ha alejado de Madrid para ofrecer historias de todos los sabores, sin dudas. Este servidor ha viajado a Houston para visitar a alguien que se sabe. Pero también ha sentido curiosidad. Ha visto 32.821 asesinatos de gatos por esa causa. Se ha alejado un poco de la curiosidad para llevársela en formato portátil. Menos peligro pues.

El gato.

Aquel gato bebía agua en el váter, desconociendo su entorno. ¿Y si llegara a beber orín? Estaba desorientado y con la cola elevada en busca de peligros que no existían. Tras alejarse demasiado de su hábitat natural -vivía en la casa por gracia de alguien que tenía todos los derechos sobre su vida. Una amiga suya le regaló el felino, supongo que por complicidad- nuestro minino busca refugio donde sea. Se vuelve vago, ocioso y paranoico. Comprende que el calor del chalet no le sienta muy bien pero no puede evitar buscar esta anhelada comodidad que halla. No sólo los seres humanos tenemos un conflicto de intereses. También los animales que no piensan "Thompson se lía con bolleras" tienen esos problemas.

Los peces de Jesús

En aquellas tierras bárbaras, donde los coches engullían gasolina y transportaban a guerreros cada vez más gordos y felices, en algunos maleteros se manifestaba el amor a Jesús por parte de los conductores -el cachondeo que habrá si se refieren a algún primo que se llame Jesús-. Girando mi cabeza, veía a los peces multiplicarse en un ambiente repleto de tubos de escape. Al igual que Jesús multiplicó los panes y los peces, la demanda ha multiplicado los peces de metal que vienen a representar una idea de lo más materialista. Vaya, un amor inmaterial que se manifesta en el materialismo más puro que haya. Eso sólo puede pasar en el maravilloso reino del ser humano.

Los mortales peatones.

En aquellas calles de Houston, el coche era considerado el Sumo Sacerdote. Aquel amasijo de metal, con la complicidad de todo el mundo, despreciaba a amasijos de carne y hueso que le daban a la pierna. Su despreció llevo a las aceras a guetos reducidos. En las urbanizaciones sobrevivían amenazadas por el césped. Añado que sólo cabía una persona en toda su excelente anchura. ¿Semáforos para peatones? ¡Encárgate de que no crezcan, regidor de la ciudad! Así, el peatón se convirtió en una especie en peligro de extinción. Sólo sobrevivía en algunos reductos como el Downtown -para explicarlo, diremos que es un amasijo de edificios juntitos en un intento de realizar una ciudad a la europea-. Para poder moverse por la mayoría de la ciudad, había que moverse al ritmo que dictaba el orden. Moverse con el coche. De ahí que unos peatones perdidos en alguna urbanización fueran considerados como un milagro de los dioses. Podías recorrer infinitos kilómetros con el carro, que sólo encontrabas a peatones temporales que se dirigían a sus dimensiones -vehículo o tienda-. Los seres auténticos, que habían manifestado claramente su ambición de pasear para llegar a buen puerto, caían ante la tentación de las cuatro ruedas. Les confería un poder especial para moverse por la ciudad.

Arrasamiento.

Un cartel anuncia con total tranquilidad la construcción de una futura catedral bautista. Detrás está el miedo, tierras arrasadas. Árboles se apilan, sufriendo el afán del humano por conquistar territorios que no le pertenecen por las buenas. Su raíz ya no conecta con la Madre Naturaleza. Nunca más tendrán nutrientes provinientes del subterráneo ni una rica vida transcurrirá por esas plantas. Se alzará un frío y étereo edificio de cementos con motivos fútiles, entiéndase religiosos. Aquella religión que proclamaba un respeto a la Naturaleza y era amiga de los pobres y la humilidad se ha asentado en los vicios del estadounidense. ¿Permitirá Dios que una turba de chalados predicadores arrasen sus creaciones?

Banco para vagos

En el paraíso del coche barato, que sustituye al duro y mal visto oficio del andar, han aparecido bancos en donde ya no soportas colas. Aparcas tu coche, abres una sección de un tubo extraño que no sabes para qué servirá. Sacas un cilindro, en donde meterás lo estipulado con el banco, cuando tu cerebro contrajo una deuda moral con el sentido común -sólo cheques, notificaciones, etc... nada de instrumentos extraños-. Gracias a que aquel objeto cilíndrico que sacastes se va volando, entiendes el uso de la tubería ésa. Giras la cabeza y contemplas a unos extraños elementos que manejan tu envío. El cristal oscuro influye para que no les espíes con claridad. Aquellos seres, en un intento por matar todo contacto con los viles seres humanos -muestran emociones que permiten dudar del futuro de este negocio-, manipulan tu envío y mágicamente te lo devuelven con propaganda que te dice lo bueno que es el banco de turno y un mísero recibo. Puedes robar el cilindro en venganza, pero tu cerebro educado te lo impide. Autoengañado, hallas ilusión en el recibo, pones la propaganda lejos de tu persona -como si fuera a cobrar vida para atacarte- y arrancas el coche para otros menesteres. No has contactado con ningún impío humano.

Congelados y demás comidillas

El aliento del estadounidense que siente regocijo por comer una hamburguesa no es nada nuevo. Coge con sus manos aquel alimento, abre la boca para masticarlo. Los dientes, siguiendo una rutina, se van cerrando para separar ese trozo del resto de nuestro comestible. Clac, cerrados. Ahora la boca golpea al pedazo por todas partes, hasta dejarlo hecho polvo. La garganta absorbe sus restos sin remordimientos. El proceso digestivo ha empezado. Repita el mismo proceso cientos de veces, en espacios de tiempo cortos. El estómago crecerá, lo hará su cuerpo. Si no echa el freno, será un número más de la estadística de obesidad que adorna los Estados Unidos. Mi experiencia empírica ha confirmado estas estadísticas, muchos que se pasaron de arrancada a la hora de comer. Ayuda el tipo de alimentos que frecuenta en EEUU, congelados, comida basura y demás alimentos hipercalóricos. Y el modo de vida, coche al extremo. Deporte en la cajonera, comida en la mesa, abuso, engorde. ¿Engorde de humanos? ¡Que un escritor de ciencia ficción se saque un guión a partir de ese tema! ¡Carne humana a tres dólares el kilo!

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