Estupidez indómita.

Mis piernas han conocido el término de una vulgar jornada escolar, por lo que cojo el camino de siempre para volver a casa. Avanzo unos cuantos metros, en los que observo a avispas haciendo su vida entre plantas.Sigo caminando, hasta ver a tres siluetas, una de las cuales está más cerca de mis ojos. Empiezo a verles desde la distancia. Traduciré las tres siluetas: son un chico y dos chicas. Me fijo en que uno actúa de recolector de piedras para una "buena" acción que comentaré ahora.

Estamos en un precioso parque urbano. Un chaval tira cantos a chavalas. Vulgarismos aparte, observo al canto volar. Toma una trayectoria sin ton ni son gracias al movimiento de una mano cegada por la rabia. La física quiere que la piedra no vaya a la cabeza. En cambio, acierta en el hombre. Posiblemente el golpe no haya hecho tanto daño como yo creía, desde una desacertada visión en tercera persona, sin aliño ni dolor alguno.

El chico sigue con su manía persecutoria hacia las féminas -comentar que quizás tenga despierto el carácter bélico-. Corretea, con el contrapeso de la mochila.

En esta vida y en 18 más, me han enseñado que jugar de una manera pesada se paga con fuego, preferiblemente monedas pasadas anteriormente con alcohol y tocadas por el divino fuego. Fue cómico ver cómo las chicas pegaban al niño con mochilas, ante la mirada impasible de un viejo, que no hizo nada por actuar. Frase consabida aplicada a mi persona. La Historia avanza como un rodillo, mientras mi ojo pierde a los niños. No se darán cuenta, pero han aportado su grano de estupidez a la Humanidad. Que les vendan patatas calientes, he dicho.

Bajo las escaleras, con la indignación viviendo de alquiler en mi interior, pensando en la historia que he contado, cuento y contaré. El futuro ha fallecido, fin del cuento. No es una farsa. No es cuento. Estoy siendo contradictorio.