La suerte tiene intestinos, estómago, cerebro, nariz, boca, bazo, oreja y demás partes del cuerpo humano. No es inmaterial, como creen algunos, que siguen a un cerebro aprisionado por el error. No, no es así. En el inicio de los tiempos, cuando el ser humano apedreaba a animales que no podían pedir entrevistas de empleo -en 1969 se avanzó mucho en el tema, cuando un simio consiguió ser bibliotecario-, la Suerte era una bacteria que se transmitió de persona a persona. Luego pudo adquirir un cuerpo propio, pero no le cundía. Tras dos años siendo corpórea, la suerte prefirió volver a parasitar el cuerpo humano. A partir de entonces, el desarrollo fue muy desigual. En las culturas bárbaras no creían mucho en ella. En las mediterráneas, su credo alcanzó niveles inconcebibles.
Sin embargo, vino la religión. Fue un enorme momento para la Suerte. El concepto de que somos dos seres en un cuerpo -el humano y el suertudo- se desarrolló enormemente. Pero todo tiene su decadencia. En 1459, una caja, no muy dura, contenía un mensaje que fue fatal para la religión. El contenido era: «Ja, ja, ja. Dios es una maldita ilusión. ¿Quién le ha tocado? ¿Nadie? ¡Viva la razón!». El mensaje se difundió por Europa, que despertó en su pensar. 7 años más tarde, una enorme persecución, por parte del pueblo, acabó con la Iglesia y el Vaticano. El Papa murió a causa del esfuerzo empleado para huir de los enfadados campesinos.
No obstante, el monte no siempre sabe a orégano. De repente, el pueblo se encontraba sin poderes. No halló rumbo satisfactorio alguno. La Suerte volvía a surgir. Movidos por las supersticiones, crearon una religión mucho peor, que gobernó Europa durante 550 años, hasta el siglo XXI. Estamos aquí por pura suerte, porque nuestra faceta afortunada lo quiso. Soy hijo de gente acaudalada, por casualidad. Por último tengo que recalcar que de todas las personas, puedes obtener una dosis de suerte.
Algunas corrientes desconocidas dudan de la Suerte. A veces la niegan. Cajas similares a las que hubo en 1459 nos envían mensajes referentes a este culto. Los propietarios de esas cajas deben de vivir en otro mundo. No me explico cómo pueden salir de la nada.
Las locuras del jardín inexistente, más información en su editorial preferida.
¡Nos han invadido!
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19/11/07
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