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19/8/07

Una ciudad castigada sin necesidad de ningún deuteromonio.

La Ciudad Carbón en un principio era una ciudad apacible y un tanto atípica, no habían calles y sus habitantes ejercían una doble función: ciudadanos y elementos decorativos de la ciudad. Esta ordenación atípica de la ciudad hacía que no existiera delicuencia, salvo la que ejercían endemoniados turistas que exigían mejores condiciones atmosféricas y más vida. Por suerte para ellos, aquella delicuencia era temporal y bastante rara.

Otro problema al que se enfrentaba esta ciudad era que cada cierto tiempo las deidades de la ciudad, conocidas como "seres humanos" impregnaban de queroseno la ciudad y le prendían fuego. Para rematar, las deidades tenían a su servicio herramientas de tortura, como el pincho ensartador. Supuestamente era para un acontecimiento divino conocido como "barbacoa". En este acontecimiento se podía ver el destino final de todos los carbones, que eran destinados a cocinar carne para las deidades. Por lo menos éstas respiraban lo que quedaba del alma de los carbones...

¡Oh, esos carbones tan morenos! ¿Qué eran de ellos? Bueno, cuando morían eran trasladados al que era el cementerio para estos seres desde hace generaciones, la papelera municipal. La civilización volvía a su curso, aparecían nuevos carbones procedentes de otro mundo conocido como "Alcampo". Estos carbones nómadas ya sabían lo que se les avecinaba pero no tenían conciencia social, por lo que no protestaban y callaban como piedras.

Estaban orgullosos de ser la única civilización en un mundo aún más atípico que la propia civilización. No era esférico, estaba sostenido sobre tres patas y un plato, en forma de barbacoa. Aunque ya acumulaba unos años y era inestable, señal de que la Gran Extinción se acercaba. Las deidades habían dejado este mundo a su suerte. Cada vez estaba más desocupado y las civilizaciones eran más efímeras, hasta el punto de llegar a ver cómo las ramas se instalaban si el carbón estaba muy ausente durante millones de años carboníferos.

Como los carbones nunca convivían con las ramas, ellos creían en el orgullo que poseían. Nadie nunca les dijo lo de las ramas. Murieron sin alcanzar el conocimiento científico, en un día en el que las deidades decidieron disfrazar lo que era el Día del Juicio Final como un "tiramos la barbacoa porque está vieja y no cuece tan bien la carne y la Biblia".

De esa civilización, nunca más se supo. Pero sabemos por todo el mundo que hay muchas más civilizaciones similiares, asentadas en diversos modelos de barbacoas. La duda eterna que les surge a estas civiliazaciones es: ¿Moriremos físicamente, pero seguiremos vivos étereamente en los pulmones de los humanos?. Quién sabe si están asentando otra civilización...

1 comentario:

JumaX9 dijo...

Ahora participan en cruenta guerra contra los malvados eléctrones, que no les dan tregua con sus temibles vehículos de alta velocidad. Seguramente los carbones pronto desaparecerán y su lugar será ocupado por trozos de metal recorridos por eléctrones montados en bat-coches.