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27/9/07

A la rica estadística podrida.

¡A qué obsesión hemos llegado con eso de las estadísticas! ¡Cuánta intimidad hemos perdido! Imagine. Preséntese ante la falsa magnificencia del váter de su casa. Lo que era inofensivo, ofensivo es. Deposite amablemente sus inmundicias en esta simpática taza. Viajarán a las cloacas, sin encontrar el más mínimo lugar para la duda. No obstante, usted será un número más de una estadística fría e inhumana. Efectivamente, miden cuántas personas mean o cagan al día. Y en base al público, que realiza distintos actos cada día, las empresas ajustan la demanda de sus productos. Si hay estreñimiento, venga, a enriquecer a la industria de la medicina y a la de la fibra alimenticia. Culo aliviado, más papel higiénico.

Tristemente, esto sólo es un ejemplo de la colaboración entre empresas y estadistas. Vivimos en un sistema de mercado puro. Los gobiernos ahora son para hacer bonito. Hace unos años, en el 2016, la privacidad de los datos murió. Ésta poco a poco se hundió en tres sencillas etapas, como lo hizo Atlántida hace un porrón de siglos. Pero de estas etapas, hay que marcar tres días claves:

14 de marzo de 2008. Nuestros gobiernos aprobaron leyes para proteger la privacidad. Declararon que la privacidad estaba en clara regresión. La tecnología era positiva, pero también había tomado un camino siniestro. Sin embargo, días después, la mayoría de los políticos que aprobaron aquellas leyes, fueron depuestos de sus cargos sin una razón de peso. ¿Conspiración de las empresas? No daré pruebas claras, porque aún no se sabe exactamente lo qué ocurrió aquel día.

10 de julio de 2011. Tres años de esfuerzo por eliminar la privacidad resultaron en una mayor precisión de las estadísticas. Avances tecnológicos al servicio del dinero. Este desarrollo hizo que la carrera de estadística aumentara su demanda. Los rectores de las distintas universidades dijeron que nunca habían visto una demanda tan elevada, con respecto a una carrera, en toda su historia. Declaraciones que sólo hacían bulto en periódicos, que se regocijaban ante tal situación de indefensión ciudadana en medias verdades interesadas. Podían usar las estadísticas a su favor.

¿Qué ocurrió en aquel día, si se puede saber? Muy sencillo, se empezaba a poner en práctica videocámaras diminutas que vigilaban cada rincón de la casa. Contaba con el auspicio de las empresas inmobiliarias, que tenían interés en saber cuál era el grado de satisfacción de los usuarios en sus pisos, para ver si podían ajustarse a la demanda de ellos. Por ejemplo, si el baño era demasiado pequeño para la mayoría, lo harían más grande en futuras construcciones. ¡Estadística pura!

Los gobiernos vieron con escepticismo la medida. Hicieron un referéndum, sólo que a las empresas no les agradó el título inicial, "¿Deben tener las casas vigilancia?". Lluvias de dinero hacen más milagros que el Mesías del Tobillo Partido. Finalmente, el título era: "¿Vigilancia: Buena o mala?". Las agencias publicitarias se llenaron de dinero. El anuncio sobre la votación fue confuso, no se refería a ninguna vigilancia en concreto. El día llegó, tras un júbilo de marketing. Ganó el sí por muy poco. Las estructuras concebidas por el poder de la ilustración fueron arruinadas. Mal día escogieron.

12 de enero de 2016. La última traba burocrática para la privacidad cayó derribada. Los estadistas ya no necesitaban permisos gubernamentales para poder llegar a acuerdos con las empresas. Aunque la gente no lo notara, éste fue el comienzo de una nueva era oscura. Una era más silenciosa de lo habitual.

Ahora la gente no tiene iniciativa, apenas piensa en los hechos. Pensar es demasiado pesado y no compensa, a tenor de lo visto. Simplemente se limitan a comentar de manera banal cada estadística nueva que sale en las noticias. Todos los días oigo comentarios como estos: "uh, meamos demasiado" o "malditas mujeres, se depilan cada 30 días". No obstante, lo más inverosímil que oí fue un comentario de un ciudadano normal y corriente, que se dirigiría a su trabajo de toda la vida con una cara apática. Concretamente, el contenido del comentario fue: "Uagh, Nigel encesta demasiados calzoncillos". Se refería a una noticia titulada: "Los que se llaman Nigel encestan más calzoncillos". Brillante perla de lirismo, sí, señor.

Me pueden apuntar en la estadística de teclados gastados, señores. La ética ha muerto, señores. ¡Viva el dinero!

1 comentario:

JumaX9 dijo...

¿La ética ha muero? No, según las últimas estadísticas la ética que se ajuste a [nuestras ideas] las ideas de bondad y buenaventura del mundo siguen vivas.