Primer acto.
El usuario vuelve cansado del trabajo. Se enfrenta a la Moralidad, que le dice que debe ducharse, por su propio bien. La figura de la Moralidad es más amenazante. Mucho más, cuando tiene la rutina muy desarrollada a una cierta hora. Sin embargo, la Moralidad no hace daño, ni nunca lo pretende. Es una figura insertada en su mente, que se ha moldeado a través de los años. Cuando la Moralidad impera, sus pies se dirigen al baño. Para la rutina diaria. Las paredes del baño son lo mismo, el espejo el mismo y la decoración no pasa de "pasable". Pero quiere disponer de una duchita caliente que le elimine ciertas impurezas cosechadas a lo largo del día. El placer. Todos buscamos el placer. Tal vez lo encontremos allí por unos minutos.
Segundo acto.
Ríos de gotas que provienen de lejanas infraestructuras llegan a la piel del usuario, a cambio de unos céntimos más en la factura de todos los meses; todo ello con la misión de tener la máxima limpieza posible. Mientras circulan por la piel, reciben ayuda de un gran aliado que el usuario se encarga de aplicarlo sobre su piel, conocedor de la gran potencia que tiene cuando se complementa con el agua. Algunos de estos aliados dañan la piel, al tener un pH superior de lo recomendado. El ruido de la ducha recorre toda la casa. Nadie se inmuta, salvo unos elegidos excepcionales que tienen un oído más fino de lo que se espera del humano. Todo muere cuando el usuario se agacha y cierra con brutalidad los grifos. La alegría de la ducha se desvanece y allana el camino para la alegría del propio usuario.
Tercer acto.
El fluir del agua es consecuencia de duros minutos en los que el agua ha cincelado la piel, con la colaboración activa del gel. Obedeciendo a la ley de la gravedad, las gotas sobrantes caen para abajo pringando el suelo. Actos inevitables de tal comicidad ocurren todos los días. Hay que acostumbrarse. Pero el usuario sigue en pie y se mata a frotar con lo que llaman toalla, en un argot moderno que haría confundir a Cervantes si lo trajeran a nuestro tiempo. La toalla levanta una guerra contra las gotas. Las arrasa. Finalmente, la toalla gana su enésima guerra. Quien cuelga la toalla sale con una cara de victoria al salir de su baño y con los resultados positivos que saca de la ducha, se puede decir que la jugada le ha salido bien.
Cuarto acto.
El usuario hace lo mismo. Es su rutina diaria. Vea el primer, segundo y tercer acto.
Las locuras del jardín inexistente, más información en su editorial preferida.
¡Nos han invadido!
Noticia de IMPACTO, nos hemos mudado a Wordpress. Si queréis seguir con CDE, Cerebro de Espuma II
6/9/07
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1 comentario:
Creo que has infravalorado a la toalla. Contra gente más pariente de los animales rosados y con cola de muelle de lo normal también cumple la función del gel.
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