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14/2/08

¿Por qué hemos de ser perseguidos por erizos de 730 metros?

Diario del País de las Flores, 19-2-2014, Arturo Tudela.

Norman era un erizo que los Monty Python dieron a conocer tras oír el testimonio de uno de los peores delincuentes de Inglaterra. Él se sentía acosado por un erizo gigante de dos metros que en ocasiones podía llegar a 730 metros -representado mediante dibujos de Terry Gilliam-.

-Dinsdale, se le solicita su carné de conducir.
-¡Te dije que no soñaras en horas de trabajo, recluta!
-Perdón. Trabajaré, jefe.


En el mundo moderno ya no hay nada que valga la pena. Sólo somos acosados por caballeros que atizan con pollos de goma -eso sólo ocurre al final de los metrajes de algunos sketches-. Mentira, ni eso. Los delincuentes hoy por hoy dan pena. Una banda de ancianas causa terror en una ciudad. ¿Esto nos asusta muchísimo? Pues sí. Los humanos perdemos sacos enteros del tiempo en carreras para tontos de tontos y en debates deportivos sobre filosofía y religión. Nos importa más el gol de Sócrates en el último segundo o el uppercut del cura sobre el humanista. Queremos acontecimientos históricos contados de manera fantástica. Aún recuerdo cuando vimos la Guerra de los 100 años mediante peleas de muñecos de Lego. Fue patético.

Sin preocupaciones, debemos imitar a aquellos héroes de 1960 que criaron a un pequeño erizo en un hangar del aeropuerto de Luton hasta volverse gigante y poder variar de tamaño -llegaba a más de 700 metros si Dinsdale, su perseguido, tenía una depresión. ¿Cómo podemos crear seres que cambien de tamaño si el estado de ánimo cambia? ¿Investigación cabal? Pasemos más subvenciones a los andares tontos éstos. Y que la NASA reduzca las pruebas atómicas en casa de la abuela de Caperucita Roja, que estos petardos se pasan un poco del presupuesto.

Todos necesitamos miedo. Alimentarnos de él, vamos. Hoy en día, en una entrevista lo que más se ve es:
¿Y de qué tiene miedo usted?
De ver cómo una flor no encaja con las otras.

Vivimos de manera plácida, flácida. Los sueldos son gruesos, no somos rigurosos. Los niños aparecen con una sempiterna sonrisa. Todo llueve para bien, cuando cae agua el pH es totalmente neutro. Nuestro aire huele bien. ¿Qué hay? Éste era el bienestar cacareado por el ser humano durante milenios. Cuando luchábamos por él, sonreíamos. Ahora que lo tenemos, nos parece una cosa anodina y aburrida. Ordinaria. Con una insultante normalidad. Necesitamos de acción. De movimiento. De violencia. Dinsdale, sal y comete delitos. Sí, queremos destruir la meta final. Al final, ¿qué somos? Animales destructores.

Geoffrey añadió que nosotros no somos nada más allá de papeles. En 2011, esta teoría, demostrada empíricamente, destruyó totalmente los sueños de la izquierda por crear un mundo de flores. En el país de las flores, hemos obtenido aquellos sueños. Pero poco a poco aquel catastrofista ha obtenido réditos entre la desencantada población del país.

Ahora Geoffrey me ha pasado un documento en el que propone crear un erizo gigante. Por todas las razones que he expuesto, lo firmaré.

Se inicia la crisis en el país de las flores.

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